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Bulimia, alcohol, tranquilizantes y compras


Como tantos otros, Jennifer consulta a un psiquiatra bajo la presión de su familia, porque está gravemente endeudada y amenazada de prohibición balearia. Secretaria de dirección, Jennifer es una mujer joven y elegante, delgada, con un poder de seducción que ella conoce bien. Su historia es, sin
embargo, dolorosa. Desde la edad de 16 años sufre una bulimia prácticamente permanente. «Sobre todo es por la noche, de repente me ataca el hambre. Vacío la nevera, me trago todo lo que se presenta, los restos fríos, las frutas, los helados... Es como si llenara un saco... Después me siento muy mal y vomito. En otros tiempos me provocaba el vómito. Ahora es espontáneo, así que me duele demasiado la barriga. Después me siento horriblemente triste y sola. Juro que será la última vez.»

Jennifer ha consultado psiquiatras y psicólogos, ha iniciado tratamientos, pero en vano. «Desde hace dos años, -explica-, he descubierto las compras... Es el mismo hambre... Entro en una tienda de ropa y lo compro todo, bueno todo lo que veo, todo lo que me tienta... Abandono las tres cuartas partes de mis compras. Las vendo, cuando puedo, o las doy... En los períodos en que compro, no tengo crisis de bulimia... Es extraño, como si lo uno reemplazara a lo otro..., pero por lo menos la bulimia no me arruinaba...»



Es tentador comparar las "orgías alimentarias" de los bulímicos con el hambre de compra, teniendo en cuenta que esta asociación, como hemos visto con Jennifer, no es excepcional. La probabilidad en un comprador compulsivo de presentar una bulimia en el curso de su existencia es del 17 al 25%, según los estudios. Otros autores han demostrado que en las mujeres bulímicas la frecuencia particular de las compras compulsivas está presente en el 15% de los casos. El hambre de compras -que Sophie Criquillion-Doublet, psiquiatra especialista de la bulimia, llama "bulimia compradora"- va seguida de un placer o de un alivio comparable al que sigue a las crisis bulímicas. Esas dos conductas, tan diferentes en apariencia, tienen en común la necesidad de "evacuación": cuando los bulímicos vomitan, se provocan el vómo toman laxantes para mantener su peso, y ya sabemos que
los compradores se desembarazan de los objetos molestos adquiridos en un momento de exaltación.

El consumo excesivo de alcohol, como el de tranquilizantes, es más frecuente en los bulímicos y los compradores compulsivos que en la población corriente. ¿Qué pasa con la cleptomanía? Esta tendencia al hurto impulsivo, diferente de la compra patológica, puede sin embargo asociarse a ella, especialmente cuando el agotamiento de los recursos prohibe cualquier modalidad de compra. Los hurtos impulsivos de género del escaparate son, por otra parte, frecuentes en los bulímicos.

Más allá de las cifras, bulímicos y compradores tienen en común una necesidad de "llenarse", tanto si se trata de comida o de sacos del supermercado, seguida por una culpabilidad que impone el control, o sea el rechazo.

Los objetos abandonados yacen en los armarios, testimonios molestos del breve placer de engullirlos.

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