Adcciones del siglo XXI, adicción a las compras, adicción a los centros comerciales, adictos a gastar dinero.

BTemplates.com

Join us at Facebook

Con la tecnología de Blogger.

Blogroll

Popular Topics

Follow us on G+

Tv Shows Torrent

Music Torrent

Games Torrent

Applications Torrent

Follow us on FaceBook

More information

Popular Posts

Comprar hasta la ruina, y más


Las consecuencias más graves del síndrome de comprar de forma compulsiva son evidentemente de índole financiera. Los compradores están siempre buscando dinero, dilapidando el suyo y después el de su entorno. Entendámonos: entre el derrochador compulsivo, que gestiona como puede unpresupuesto en el que lo necesario es sacrificado a lo superfluo, y el que pide prestado, acumula deudas hasta el infinito, existen todos los grados. ¿Se trata de gente rica o de gente modesta? El nivel socioeconómico no influye en una conducta que, si dura y se repite, conduce a la ruina sean cuales sean los ingresos.

Emilie es una mujer de treinta años que ocupa un puesto importante en una empresa. Su salario debería permitirle vivir con holgura, sobre todo porque, además, disfruta de una herencia que le proporciona las entradas suplementarias de un paquete de acciones. Esta seguridad ha sido el desencadenante de sus dificultades. «He comprado por placer todo lo que he deseado: perfumes, productos de belleza, vestidos; me he metido de lleno en gastos y salidas, he querido aprovecharlo todo, he cubierto a mis amigos de regalos ...» Cuando encontramos a Émilie, lanzada en una espiral de compras desorbitadas, lo había "perdido todo". Vive sola, llena de deudas, amenazada de desahucio. Se priva de todo (vacaciones, salidas, comida), y lo poco que queda de un salario sirve aún para las compras, que mantienen la ilusión de un poder. «Estoy sola, naturalmente. ¿Conocen a algún hombreque quiera compartir un millón de deudas?»

Estudiando a los compradores compulsivos, Gary Christenson ha demostrado la presencia de deudas importantes en más de la mitad de los casos. Incapaces de pagar, soportan los reproches de su familia y se sienten muy culpables. Uno de cada diez es objeto de persecución judicial.

Como la mayoría de los toxicómanos, los "adictos a las compras" disimulan el alcance de los desastres. A decir verdad, temen menos los reproches que ser descubiertos y quedar incapacitados para comprar.



Como los jugadores, que siempre están buscando dinero, lo piden a sus familiares, a los amigos, esconden sus extractos de cuentas, contestan vagamente cuando se les pregunta sobre sus gastos. Los peores problemas, naturalmente, son conyugales. Marie-Jeanne, conserje en un inmueble, obsesionada con la compra de muebles, pudo hacer creer durante largo tiempo a un marido poco suspicaz que pagaba las facturas de la electricidad, los impuestos, el comedor escolar de sus hijos.

Disimulaba las advertencias, las amenazas de embargo, de devolución, hasta el día en que su marido abrió una de las cartas que ella no había podido recoger a tiempo. «Tuvo que pagarlo todo. Los impuestos atrasados, las facturas; nuestros ahorros desaparecieron. Cuando descubrió que había vendido el anillo de mi madre, pidió el divorcio. Me equivoqué en escondérselo todo, pero yo quería esos muebles para él y para mis hijos...»

Muy a menudo, los que gastan compulsivamente, cuando "tocan fondo", según la expresión de los Alcohólicos Anónimos, ya descubiertos, piden al fin ayuda y cuidados. Obligados a confesar, algunos sin embargo se escaquean. Incluso se llegan a suicidan «El comprador compulsivo, -según Carneron y Brian, dos periodistas americanos-, se parece a los financieros que se lanzaron por la ventana, después del crack de 1929.» Esta visión puede parecer un poco sombría. Si bien es verdad que las compras compulsivas pueden conducir al endeudamiento y a veces a la ruina, algunos de los derrochadores -en realidad, los más ricos- juegan con el riesgo, multiplican los gastos suntuarios que exhiben, jugando también con el dinero y los signos exteriores de riqueza, convencidos de sus talentos de "fabricantes de dinero" y de sus capacidades de "recuperarse". Sus gastos, al contrario de los de nuestros adictos a la compra, son utilitarios y apuntan a afirmar el poder social, el éxito, las marcas exteriores de una felicidad relacionada con la posesión de objetos deseados. Y sin embargo...

El destino de los derrochadores célebres no es muy envidiable. Luis II fue depuesto e internado porque estuvo a punto de arruinar Baviera. Las grandiosidades de Fouquet le valieron las torturas de la cárcel. ¿Y qué decir de la implacable lista de los gastos del Rey Sol, establecida por Saint-Simon, de donde la ideología de la Revolución sacará motivos para condenar los excesos de la monarquía?

Entre los compradores compulsivos y los dilapidadores de riquezas podemos ver una cierta comunidad de destino, aunque muchas cosas los diferencien.

0 comentarios:

Publicar un comentario