Adcciones del siglo XXI, adicción a las compras, adicción a los centros comerciales, adictos a gastar dinero.

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¿Quiénes son los enganchados a las compras?


La fiebre de las compras se produce a cualquier edad. Hemos encontrado tanto adolescentes como octogenarios. Ése es el caso de Edwige, de 86 años, que viene acompañada de su hijo. «Se gasta la pensión en la teletienda, -se lamenta él-, e incluso sus pocos ahorros...» Encerrada en su casa, Edwine
pasa sus días ante el televisor: «Con el cable, accedo a todas las telecompras...», dice con avidea. Todo es una tentación, aparatos domésticos con ruedas... La compra reciente de una cortadora de césped, para ella, que vive en la ciudad, ha colmado el vaso. «Me gusta recibir los paquetes por correo, -dice Edwine-, luego ya veré que hago con ellos... así, por lo menos, alguien se ocupa de mí.»


Cyril podría ser su nieto. A los 18 años, habitual de internet, se conecta a la red seis horas cada día. Desde hace algunos meses compra sin falta todas las "buenas ofertas", juegos electrónicos, discos, accesorios de microinformática. Cyril, que no es ni jugador ni derrochador, sobrepasa ampliamente
el importe de la asignación que le dan sus padres. Le gustaría dejarlo. «He pedido dinero a los compañeros. Intento volver a vender mis compras, pero las vendo a precio de saldo, para continuar comprando. No me llego a creer que gasto dinero. Tengo la impresión de que me hacen regalos. Sin embargo, no me falta nada...»



Si bien pueden ser de cualquier edad, los compradores compulsivos rondan los cuarenta años. Pertenecen a todas las clases sociales, incluso si los más numerosos se encuentran entre las amas de casa, los ejecutivos, los estudiantes, las profesiones liberales. Los estudios actuales confirman las constataciones de un célebre psiquiatra alemán, Emil Kraepelin, que en el siglo xix describía la "oniomanía" o "manía de las compras" como una enfermedad casi exclusivamente femenina: del 80 al 90% de los compradores compulsivos son mujeres. ¿Por qué? Ninguna explicación es del todo satisfactoria. Es cierto que, en general, las mujeres compran más que los hombres, y más a menudo; ellas son el blanco privilegiado de los publicistas, tanto en lo que concierne a la comida como a los electrodomésticos, la ropa, los productos de belleza.



Más "expuestas" a las compras, se puede comprender que estén relacionadas en mayor número con semejante dependencia. Pero hay otros factores que intervienen, sin duda, entre ellos, la mayor frecuencia de depresiones menores o moderadas en las mujeres, cuyo impacto se traduce en recurrir a las "compras de consolación". De hecho, todo evoluciona muy deprisa, y el auge de las compras en internet, por ejemplo, que es una distracción más claramente masculina, ha hecho eclosionar una generación de hombres tan compradores como "ciberdependientes".

¿Cómo compran? Es conocido el gusto de los derrochadores compulsivos por las tarjetas de crédito, las tarjetas bancarias, las tarjetas de los almacenes o de las grandes superficies, que acumulan y utilizan, alternativamente, con la ilusión de repartir los gastos que pasan a ser múltiples. Esta preferencia facilita más la compra que el dinero en metálico (o incluso el cheque bancario que
necesita la anotación de la suma) con la simple fuerza mágica de un código. Ocho sobre diez compradores compulsivos, -nos dice aún Cristenson-, tienen al descubierto una de sus tarjetas, y un 7% posee más de diez tarjetas de crédito.

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