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Compradores y coleccionistas: cigarras y hormigas


Un día, en su pequeña habitación con las ventanas abiertas a los jardines del Palais-Royal, la gran Colette recibe a un joven y tímido escritor americano, que más tarde dará pábulo a la crónica bajo el nombre de Truman Capote. Artrítica, Colette no se levanta jamás de la cama, tapizada de hojas de
papel azul ennegrecidas con su gran literatura. A su alrededor se pasean unos gatos silenciosos, que posan sus patas encima de una deslumbrante colección de objetos de cristal. «Había allí, -escribe Capote-, un millar de pisapapeles, medias esferas de cristal que aprisionaban lagartos verdes, salamandras, libélulas, mariposas, flores.»

Ella le cuenta con delectación la historia de sus "copos de nieve", los últimos refinamientos del arte de los artistas del cristal de Baccarat y de Clichy. Y en un movimiento que Capote jamás olvidará, recoge uno de los soberbios objetos, que ella llama "la rosa blanca", tallado en facetas y decorado con una rosa. «Este es mi preferido. Se lo doy para que me recuerde.» Truman Capote empezó, desde aquel día, una colección que devoró su vida y terminó por arruinarle.


La atracción por los objetos inútiles de extraña belleza le hizo correr mundo, las salas de ventas y los anticuarios, de Europa a Asia, a la búsqueda de talismanes evocadores del recuerdo mágico de un encuentro portador de la esperanza de una carrera de escritor. Viajero solitario. Capote cuenta los
poderes evocadores de objetos que sólo deja a disgusto: «Algunos se llevan en sus viajes fotos de amigos, de parientes, de mujeres; yo también. Pero también me llevo una bolsita negra que contiene seis pisapapeles, cada uno en su trocito de franela... Una vez repartidos alrededor de la habitación,
pueden hacerme parecer cálido, personal y seguro el más siniestro y anónimo cuarto de hotel... La quietud puede nacer de la contemplación de una apacible rosa blanca...» ¡Qué diferencia entre el coleccionista, enamorado, casi fetichista de los objetos que reúne, y el comprador compulsivo que los olvida después del deseo de un instante!


Hay, evidentemente, muchos tipos de colecciones, y no todas tienen el valor estético de los pisapapeles de Colette, de los cuadros o de los jarrones chinos. Algunas son homogéneas y exclusivas y tienden a satisfacer el gusto por la integridad, por la serie completa, tanto si se trata de sellos, de
ediciones originales, como de carteles. Otras, heteróclitas, están constituidas por elementos dispares, como los "gabinetes de curiosidades" del duque de Orleans, que reagrupaba autómatas, figuras anatómicas, desolladas, y máquinas extrañas de todas clases. Otras, finalmente, más triviales, están
compuestas por objetos que parecen no tener ningún valor económico, que incluso son irrisorios (tapaderas, llaveros, cajas de cerillas...), cuyo interés reside en la posesión de una colección completa.



El retrato de los coleccionistas no sería completo si nos olvidásemos de aquellos que, simplemente
incapaces de tirar, lo guardan todo, a menudo en medio de un indescriptible desorden -papeles viejos, recortes de periódico, billetes de metro o billetes de avión o incluso, como escribía cierta coleccionista encima de una caja, «trocitos de cordel que ya no sirven para nada». El "coleccionismo" es, para los psiquiatras, uno de los rasgos de la personalidad obsesiva. Los coleccionistas más variados protegen, guardan, numeran con minuciosidad los objetos de su pasión, que pueden invadir el espacio en detrimento de los objetos necesarios. ¡Qué contraste con los compradores compulsivos!


Mientras que el coleccionista siente satisfacción a la vista de los objetos adquiridos, a los segundos esta presencia les inquieta. El comprador sólo siente culpabilidad y remordimientos ante los objetos inútiles, que intenta esconder o revender. Vivir rodeado de sus adquisiciones es el sueño del coleccionista, y la pesadilla del comprador compulsivo. El primero quiere conservar y disfrutar de sus posesiones, el segundo quiere tomar y dejar. La pasión de uno reside en el objeto, la del otro en el deseo fugaz que éste suscita.


2 comentarios:

  1. Tengo una hormiga que encontre i mide mas de 5 centimetro de largo y es como de color

    ResponderEliminar
  2. Tengo una hormiga que encontre i mide mas de 5 centimetro de largo y es como de color

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