Adcciones del siglo XXI, adicción a las compras, adicción a los centros comerciales, adictos a gastar dinero.

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Compradores, felices compradores


Comprar, por suerte, no es para la mayoría ni una enfermedad ni el síntoma de un sufrimiento. Consumir es un placer, una necesidad, a menudo una distracción. Falta encontrar el equilibrio justo entre el ahorro, cuyo exceso conduce a la avaricia, y la fiebre de las compras, derivación peligrosa de una conducta necesaria y beneficiosa. El consumidor "normal", si se le puede llamar así, puede ceder al impulso, o a la "corazonada", y comprar por placer un objeto que jamás va a utilizar. Llega a recurrir a las "compras-remedio", un día de dolor de cabeza, a hacerse un regalo, a hacerlos a los demás para hacerse querer o perdonar, a borrar ciertos reproches por sus gastos excesivos.



Año tras año, tanto si es derrochador como ahorrador, administra un presupuesto que permite las desviaciones sin ponerse en "números rojos". Sometidos todos a la tiranía de la publicidad, cedemos a ella, a veces sin desconfianza, a menudo con consentimiento si consumir como los demás (o más) es un signo de pertenencia y de integración social.

En los laberintos del consumo, cada cual encuentra un camino, trazado por su personalidad, sus medios financieros, sus ambiciones sociales y estéticas, y sobre todo por la posesión de una "ciencia" adquirida por la experiencia de las compras bien realizadas y los errores. El derrochador compulsivo se pierde pronto en este laberinto.

Víctima de la publicidad, de la atracción del lujo, de los espejismos de la felicidad ligados a la posesión de objetos, es a la vez impulsivo, complaciente al placer immediato de adquirir,
compulsivo, continúa comprando para calmar sus tensiones internas y, finalmente, "adicto", un derrochador que gasta más por necesidad que por placer.

 La compra no es en sí misma una droga. Algunos la utilizan como tal, y la trampa de una auténtica dependencia cae sobre su presa. Para aquellos que buscan un remedio a sus dificultades de vida en el
placer y la emoción fuerte de comprar se esconde el germen de una coacción
.

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