Adcciones del siglo XXI, adicción a las compras, adicción a los centros comerciales, adictos a gastar dinero.

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Solitarios y deprimidos


Como los jugadores u otros "enganchados", los compradores compulsivos necesitan estar solos para actuar. La presencia de un tercero, testimonio eventualmente crítico o moderador, estropea su placer. Acompañados, tendrían que justificarse, dar buena cuenta de sus compras. Prefieren el secreto, que permite disimular el alcance de los gastos y las deudas. Nuestro estudio entre los clientes de un gran almacén confirma que los adictos a la compra compran solos más de ocho veces sobre diez. El placer de la adicción es así un placer solitario, autoerótico.

¿Están deprimidos? No todos, pero es cierto que la compra compulsiva es, en muchos casos, una manera de luchar contra el aburrimiento y, a veces, incluso la depresión. «Compro más cuando me aburro, cuando estoy triste o mal commigo misma», nos decía Claire. El consumidor "normal" puedealegrarse con la perspectiva de una compra. El comprador compulsivo pasa el umbral del almacén en un estado de espíritu ambiguo, dividido entre la esperanza de un bienestar -y de un consuelo- y la vergüenza de "volver a caer". Este recurso de la "compra-consuelo" es una de las causas principales de la compra compulsiva. Lo que los psicólogos conductistas llaman un «condicionamiento operativo» encuentra aquí una ilustración ejemplar: la "compra-remedio" a una tristeza pasajera o a una verdadera depresión es, como puede serlo el tomar alcohol, de una eficacia momentánea.



Comprar da seguridad, satisface, incluso puede producir una breve euforia. Este efecto positivo, transitorio, incluso si es seguido rápidamente por un cierto sentido de culpabilidad, refuerza la
conducta de compra. Se refuerza el círculo vicioso, hasta el ciclo infernal de tristeza-compra-culpabilidad-tristeza-compra que conduce a que las compras sean eternas e incluso a acrecentar su importe para obetener de ellas un placer superior. «Mis compras son como un flash, -nos decía Marc, antiguo toxicómano-, estoy tan excitado comprando como en la época en que tomaba cocaína...»

Las compras compulsivas, si hacemos referencia a los trabajos ya citados, dan lugar a un sentimiento de exaltación en un 44% de los sujetos; a un sentimiento de su propia importancia y a un crecimiento de la autoestima en el 17%; y son vividas, finalmente, como una distracción de los problemas cotidianos en el 14% de los sujetos.

No es sorprendente, pues, que los vínculos entre depresiones y compras compulsivas sean estrechos. Nueve de cada diez compradores compulsivos han estado, en algún momento de su vida, gravemente deprimidos. Las compras pueden ser contemporáneas al inicio de la depresión. Más a menudo aparecen secundariamente, cuando ésta evoluciona después de varios meses.

Estos compradores deprimidos tienen una autoestima débil, y una tendencia muy clara a hacerse reproches. Nosotros mismos hemos buscado la presencia de compras compulsivas entre 120 pacientes deprimidos hospitalizados, 28 hombres y 92 mujeres, utilizando el autocuestionario.2 Los resultados de este estudio son bastante sorprendentes: un tercio de los deprimidos presentaba un síndrome de compras compulsivas, en su mayoría eran mujeres jóvenes de 20 a 40 años.

Por otra parte, encontramos en ellas otras conductas compulsivas, como la bulimia y la tendencia al hurto impulsivo o cleptomanía. La "compra-remedio" estaba a menudo asociada a una toma importante de alcohol y de tranquilizantes.

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